El cuerpo de Li Nana era una obra maestra de sensualidad, cada curva y línea perfectamente esculpida para provocar el deseo. El chico yacía frente a ella, con los ojos fijos en sus pechos, una visión que haría que la polla de cualquier hombre se pusiera firme. Había tomado las pastillas y ahora sus sentidos se habían intensificado y su piel hormigueaba por la anticipación.
Li Nana se inclinó sobre él, sus perfectas tetas se balanceaban mientras se sentaba a horcajadas sobre sus caderas. Ella tomó su rostro entre sus manos y sus dedos trazaron el contorno de su mandíbula. Ella se inclinó y lo besó profundamente, su lengua explorando las profundidades de su boca.
Cuando se separaron, ella comenzó a burlarse de él, su mano recorriendo su pecho, sus uñas raspando su piel. Ella alcanzó el dobladillo de su camisa y se la subió por encima de la cabeza. Él gimió mientras ella le desabrochaba los pantalones y sus dedos se deslizaban dentro para acariciar su dura polla.
Ella se inclinó y sus labios rozaron la cabeza de su polla. Ella gimió mientras saboreaba la dulzura salada de su líquido preseminal, su lengua girando alrededor de la punta. Ella lo tomó profundamente en su boca, sus labios se estiraron alrededor de su circunferencia mientras chupaba y lamía con abandono.
